Te sentaste al lado mío mientras tomaba un café y me dijiste
algo asì como que era doloroso cuando una canción te hace acordar momentos, personas que no están,
cosas que cambiaron, posibilidades que se fueron cerrando y todas esas cosas,
que viste qué poderosas las canciones,
me dijiste que estaba bien disfrutar de esa nostalgia saudosa a escuchas
musicales, pero que habían más canciones hermosas por descubrir, para compartir
con otra persona, otro momento dado, otra madrugada, otra mañana, otro viaje en bondi, otra hamaca en una plaza,
sin que te des cuenta vas a escuchar una
canción una o dos veces y cuando te des cuenta va a ser un signo que refleje
aquél paso de luz , que fue el momento ese que
escuchaste e hiciste parte para siempre de eso, bueno quizás no para
siempre, pero sí hasta el olvido, eso me quedó en claro, parecías insistente en
esa idea de que al menos una vez a la semana me permita escuchar una canción
nueva., aunque sea de un artista que ya conozca, que en una de esas iba a
descubrir un temaso que desconociera y que se sentiría bien, que me iba a hacer
bien, yo te contesté que por ahora estaba bien escuchando los mismo 8 discos
que escucho hace 10 años y que esas canciones que dolían, y bueno, las voy a
seguir escuchando, aunque refresquen una cicatriz, a ver si por ahí las puedo resimbolizar, qué
sé yo, algo así, pero vos sos muy invasiva cuando influís con tu voluntad de
hacerme parte como canción, de tu mundo ese que par a mi es desconocido y fuera
que todo resuelve en una clave positiva, eso me trasmitís, temo entonces darte
lugar en mi también porque además, pronto me sacaste la ficha de que sonrío
todo el tiempo, alevosamente sociable, y qué como estás? Todo bien, pero después la naturaleza es de un entrecejo
y disconformidad constante en mi, un resongo recalcitrante acompañado de una
vida de elecciones autodestructivas, una
miseria maquillada de jaranas efervescentes llenas de poesía y música en vivo en algún destino de luces
eléctricas o veredas con faroles amarillos, la desidia constante en un desahogo
por fumadas de la cannabis diaria que alivia los síntomas de la mente que se
ofusca en pensamientos pesimistas y las
transforma en liviandades, pone el foco en otro orden jerárquico, pero con la
cara de tontuelo y una boludés que es otro tipo de boludés, pero no dejo de ser un boludo y eso te das
cuenta, me tratás de ayudar, compartiéndome tus visiones hermosas, y te creo,
porque veo en tus ojos y sos humana tan humana y reconozco tus rayones y
marquitas de cosas por las que ha atravesado tu alma, esa sabiduría que anidas y
sé entonces que puedo confiar, pero hay
una heridas dentro mío que genera una
toxicidad de la que no quisiera ser actor pero que no logro podes concluir, ni
reconocer conscientemente el significado de la obra que repito constantemente, de
la que no me puedo escapar, y vos lo ves, llevámos un mes de conocernos, y vos
lo estás viendo ahora, ya lo habían visto antes otras personas también, me
sacaron la ficha así, y mucha gente que
eligió alejarse de mí y mucha gente que eligió quedarse, pero van sumando los
años y la emotival es de un día vivido mil veces, en que el dulzor saborso de
la soledad propia abunda como un placer masturbatorio en el que soy yo en mi
mundo, jugando a los juegos que me invento, bunker de irresponsabilidades dadas
por acciones movilizadas por el deseo inmediato, la impulsividad de darme a los
apetitos que vayan surgiendo, hasta la destrucción del mundo, un egoísmo voraz
como locomotora a estrellarse en la intensidad absoluta, muchas veces movido
por el rencor, el resentimiento, el querer romper, el romper todo y que la
gente lo vea, roto como yo, irreversible
como cada descuido de algo que se rompe, constantemente esa pereza lastimosa
debería generar tu espanto y deberías alejarte, porque nada doy, ni nada tengo,
ni nada puedo recibir así, así que te sonrío grandiosamente, y me mirás,
callada aprecias que tenés razón a lo que vos pensás y me preguntas si quiero
más café.
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