21 de abril de 2020

Am i blue


Te sentaste al lado mío mientras tomaba un café y me dijiste algo asì como que era doloroso cuando una canción te  hace acordar momentos, personas que no están, cosas que cambiaron, posibilidades que se fueron cerrando y todas esas cosas, que viste qué poderosas las canciones,  me dijiste que estaba bien disfrutar de esa nostalgia saudosa a escuchas musicales, pero que habían más canciones hermosas por descubrir, para compartir con otra persona, otro momento dado, otra madrugada, otra mañana,  otro viaje en bondi, otra hamaca en una plaza, sin que te des cuenta  vas a escuchar una canción una o dos veces y cuando te des cuenta va a ser un signo que refleje aquél paso de luz , que fue el momento ese que  escuchaste e hiciste parte para siempre de eso, bueno quizás no para siempre, pero sí hasta el olvido, eso me quedó en claro, parecías insistente en esa idea de que al menos una vez a la semana me permita escuchar una canción nueva., aunque sea de un artista que ya conozca, que en una de esas iba a descubrir un temaso que desconociera y que se sentiría bien, que me iba a hacer bien, yo te contesté que por ahora estaba bien escuchando los mismo 8 discos que escucho hace 10 años y que esas canciones que dolían, y bueno, las voy a seguir escuchando, aunque refresquen una cicatriz,  a ver si por ahí las puedo resimbolizar, qué sé yo, algo así, pero vos sos muy invasiva cuando influís con tu voluntad de hacerme parte como canción, de tu mundo ese que par a mi es desconocido y fuera que todo resuelve en una clave positiva, eso me trasmitís, temo entonces darte lugar en mi también porque además, pronto me sacaste la ficha de que sonrío todo el tiempo, alevosamente sociable, y qué como estás? Todo bien,  pero después la naturaleza es de un entrecejo y disconformidad constante en mi, un resongo recalcitrante acompañado de una vida de elecciones  autodestructivas, una miseria maquillada de jaranas efervescentes llenas de poesía y  música en vivo en algún destino de luces eléctricas o veredas con faroles amarillos, la desidia constante en un desahogo por fumadas de la cannabis diaria que alivia los síntomas de la mente que se ofusca en pensamientos pesimistas  y las transforma en liviandades, pone el foco en otro orden jerárquico, pero con la cara de tontuelo y una boludés que es otro tipo de boludés,  pero no dejo de ser un boludo y eso te das cuenta, me tratás de ayudar, compartiéndome tus visiones hermosas, y te creo, porque veo en tus ojos y sos humana tan humana y reconozco tus rayones y marquitas de cosas por las que ha atravesado tu alma, esa sabiduría que anidas y sé entonces  que puedo confiar, pero hay una heridas dentro mío  que genera una toxicidad de la que no quisiera ser actor pero que no logro podes concluir, ni reconocer conscientemente el significado de la obra que repito constantemente, de la que no me puedo escapar, y vos lo ves, llevámos un mes de conocernos, y vos lo estás viendo ahora, ya lo habían visto antes otras personas también, me sacaron la ficha así, y  mucha gente que eligió alejarse de mí y mucha gente que eligió quedarse, pero van sumando los años y la emotival es de un día vivido mil veces, en que el dulzor saborso de la soledad propia abunda como un placer masturbatorio en el que soy yo en mi mundo, jugando a los juegos que me invento, bunker de irresponsabilidades dadas por acciones movilizadas por el deseo inmediato, la impulsividad de darme a los apetitos que vayan surgiendo, hasta la destrucción del mundo, un egoísmo voraz como locomotora a estrellarse en la intensidad absoluta, muchas veces movido por el rencor, el resentimiento, el querer romper, el romper todo y que la gente lo vea, roto como yo,   irreversible como cada descuido de algo que se rompe, constantemente esa pereza lastimosa debería generar tu espanto y deberías alejarte, porque nada doy, ni nada tengo, ni nada puedo recibir así, así que te sonrío grandiosamente, y me mirás, callada aprecias que tenés razón a lo que vos pensás y me preguntas si quiero más café.


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