21 de abril de 2020

Lomas de los espejos I


A mi que la cuarentena me encontró justo acá, en la casa de la tía coca en el campo, específicamente en Lomas de los espejos, un pueblito rural de Buenos Aires poco conocido que a causa de la fundición del ferrocarril poco a poco fueron volviéndose más esporádicas la llegada de gente al pueblo, yo que pasé traspirando la gota gorda en mi departamento de Ciudad de la paz el último verano, me pareció genial la idea de venir a cuidarle la casa a la tía mientras ella se operaba de los ojos en la capital y hacía su recuperación en lo de su hermana, la tía Nancy de Villa Tesei.
Desde el 9 de Marzo que estoy acá y hoy ya hace un mes, decí que tuve esta intuición, aunque originalmente venía con la idea de pasar 15 días acá, algo me decía que iba a pasar mucho más, quién iba a advertir tal peculiaridad como el contexto en el que estamos atrevesando como humanidad, supongo que somos tantos a quienes sobrevino la marea de pensamientos con la perturbante resolución de libro abierto a cualquier giro tramal como puede poner la concluyente  suposición incierta, no sé, se convirtió en un hábito la reflexología matística estos días, una silla en el porch de la casa con el equipo pertinente a contemplar el mundo desde la cebada de un mate exacto hacia la simpleza de un barrio sin edificios ni asfalto pero con cielo mucho cielo, asique entre termo y termo días y días pude ir dejando desgajarme y dar alarma de patrones en actitudes  simbólicamente autodestructivas que revelan miedo siempre miedo, como el que acontece las almas pequeñitas, además el pasar de los días viene siendo muy variado a pesar del encierro perpetuo forzado por las circustancias dadas, han tocado todos las tarde mañanas,  lluvias, soleadas, nubes rayos  y la que más me vuela la estrellada perspectiva hacia la nada que da tirarse en el pasto en silencio y ver y mirar hasta que sobreviene ese vértigo comparable a la bajada de una cima empinada, uff sí que se pueden ver cosas locas a simple vista lejos del resplandor lumínico fluorescente de las urbes, cuánto más observas, más van apareciendo los detalles en la postal del misterio infinito que es el universo, de repente comprar un telescopio es una buena idea para anotar en las cosas que hacer cuando termine la peste.
Ahora, se preguntarán porque insistí de hablaros  justo ahora, que estaban en la suya haciendo otra cosa y se predispusieron a ver qué tenía para contar, y que los tiempos son cruciales sí, que la desidia  en el encierro constantes les lleva a consumir las banalidades favoritas a mansalva a cualquiera y aveces terminamos como desde un lugar en que nos inserta desde la pantalla  perplejas maneras delirantes de abordar las cosas  las cuestiones absorbidas, y acá la cuestión que deseo compartirles, es de cuando te agarra un calor en el pecho donde sobreviene una ansiedad fatal y la certeza de estar viviendo algo que no debería estar pasando.
Hoy en el día 44 de encierro en un pueblo distante, un domingo de abril,  se dió un hecho destacable en el repaso de lo recientemente soñado, había un mensaje que descifrar y que estaba seguro de comprender palabra por palabra en el momento antes de despertar cuando el sueño era más intenso, lo que ví fue la boca preciosamente roja de una chica diciéndome algo por teléfono, sé que era como una advertencia o eso intuyo, algo así, un mensaje a mi cuerpo astral en lenguaje onírico cifrado en simbolos comprensibles por mi consciente, ahora lejos de toda certeza del mensaje trasmitido lo que más tenía sensación de comprender es que aquél sueño soñado esa noche anterior era la continuación de un sueño antiguo que tuve hace unos años, andá a saber cuando, creo que hasta iba  a la secundaria todavía, no sé, pero sé que era un sueño antiguo, ahora que lo pienso, asociando un poco las imagenes retenidas, se me viene algo a la cabeza, unas imagenes, quizás las estoy inventando pero estoy seguro que era maso menos así, estaba en un auto en una carretera de noche, una noche muy oscura en la que solo iba viendo el camino, hasta llegar a donde me recibirían, una casa en los suburbios, una rubia abriendo la puerta, su alegría de ojos tristes se esfumaban tras un resplandor de blanco blanco, había un vínculo con ella  porque despertaba al lado mio desnuda y me hablaba con toda la confianza relajada en la tibieza, nombraba un hallazgo en un paseo en olivos, discos y libros de tapa dura, poesía no públicada que databan de una tal Amelia Estebez a mediados de 1996, recuerdo que se levanto y me invitó a escuchar uno de los discos me dijo : - Che sabes, ahora que estás acá quiero escuchar este disco, es bastante pesado y dice que es de 1944,  tiene una canción sola, un tango es, me traje un par más junto con este y los escuche, pero la noche en que me traje las cosas tuve un sueño en el que una señora muy anciana estaba sentada en una silla de mimbre en un patio de esas casonas antiguas y ella cantaba muy bello, no se como expresarlo pero senti una cosa muy determinante al escucharla, aunque era un tiempo lejano ese, era antes,  quizás condicionada por la época de impresión de esos discos lo  terminé formunlando de esa forma en mi sueño, pero había algo en esa tonada aunque la letra era difusa y la melodía se termina disolviendo por otros sonidos  que surgían, ella me dijo: aferrarse a regañadientes al umbral del dolor hasta que sea veneno todo lo que refracte ese objeto llave, como esta canción maldita que lleva a confundir, aislarse en un laberinto de desdencanto, la revelación de un ciclo maldito infranqueable determinado por una vieja herida.
 Contaseme todo esta descripción de su visión,  la chica dispuso a poner el disco en cuestión,  puso la púa y comenzó a sonar Entrada Prohibida, es en este punto en el que voy evocando el antiguo sueño soñado  que volvía a recordar fácilmente como si lo hubiera tenido presente en todos estos años, pero ahora empezaba a volverse extraño, es como si hubiera pasado algo más después de que ella puso el disco, pero justo eso no me volvió, el desenlace no puedo recordar, qué onda, encima no solo eso, sino que me invade una sensación de angustia tremenda en el pecho cuando me ubico en esos últimos instantes,  y ahora repasando el sueño reciente, veo que debe haber algo complejo por descifrar en mi psiquis,  quizás a  raíz de todos estos pensamientos que tuve teniendo estos días, quizás al aire fresco, es loco como no tenemos en cuenta tan a menudo la importancia de estar en espacios con una buena ventilación, la adecuada para oxigenar correctamente el bocho y pensar, bien? no sé, quién podría juzgarlo, lo que sí me estuve sintiendo más capaz de tener razonamientos más fluidos, una vuelta a la creatividad, algo así como lo que sentía cuando salía a andar en bici en un recorrido de 4 hs ida y vuelta, en aquél memorable último verano en las sierras, quizás toda esa actividad y limpieza mental habíanme devuelto un sueño antiguo y antes de hacerlo consciente me  ofreció una repetición de ese universo en uno nuevo, pero por qué?
Sobre extrañezas en el encierro, la más perturbarne quizás sea la que viví  esa misma noche de haber soñado con la llamada de la boca roja, estaba manteniendo una videollamada con mi  primo Giuseppe Albaretto que había quedado varado en Adelaida en su viaje a Australia y que estaba padeciendo la crisis mundial del virus contemporáneo en una estancia que lo están  amenazando con echar a él y todos los inquilinos extranjeros por razones de seguridad,  mientras hablábamos  largas horas como de costumbre fui tomando unos mates, en una me levanté para ir a calentar más agua y la videollamada continuó, cuando volví  mi primo me dijo lo que al principio creí una joda, pero no,  me preguntó con quién estaba pasando la cuarentena acá, que  a quién había sido que vió pasar por el pasillo al cuarto mientras había ido a buscar el agua, yo le dije que estaba solo, que no jodiera con eso, que es una casa grande y oscura, que me va a hacer mal flashear toda la noche, pero el insistía en que me estaba hablando en serio, que había visto a alguien, lo peor fue que en el silencio más extendido que tuvimos en esa llamada por celu, escuché un ruido  viniendo de un cuarto , la puta madre escuché un ruido con tanta claridad que me agarró un calorcito frío de una zumbante alerta, le dije a mi primo que no corte, que iba a revisar a ver qué onda y venía, qué decir sobre el momento en que empecé a caminar el pasillo lleno de puertas que iban a la habitación donde había escuchado el ruido, nunca me había parecido tan extensa la casa y tan infinito el pasillo,  antes de llegar me dí cuenta que en uno de los cuartos,  bah el que es como un cuartito donde mi tía guarda las cosas de limpieza, ahi sonaba lluvia de una radio que yo no había prendido jamás, al abrir la puerta fue que empezó a pasar todo, ahí adentro ya no era la casa de mi tía coca, ese cuarto era de otro lugar.