De día, quizá en una plaza o afuera de una casa o local como puede ser
una cafetería o confitería, mientras un señor
anciano de traje canta un tango
podemos ver que ahí nomás en una de las mesas juegan al ajedrez dos
personas, uno de ellos tiene una máscara de cordero, se limita a jugar y escuchar lo que el otro le está
contando, acá mientras van jugando y el tipo le cuenta, van a apareciendo
imágenes de la anécdota, le cuenta que el otro día se despertó, mientras tomaba
mate para su sorpresa se encontró con la
estatua de una mujer en el patio de su casa, una estatua bellísima, a la que de
inmediato empezó agasajarla con regalos
y mucha atención como quien se enamora exageradamente sin importar lo
imposible o difícil que pueda ser amar a
alguien que es una estatua, como toda historia de amor no termina bien obvio,
sin embargo en la última escena de vuelta en la partida de ajedrez el tipo dice
una reflexión a todo esto o quizás dice una frase que poco tiene que ver,
sonríe, el anciano sigue cantando un tango.
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