21 de abril de 2020

Through the glass


De un lado tenemos a Miguel, un día en lo que es para él, un día cualquiera, una tarde cualquiera, en una ciudad cualquiera, sin laburo, sin sueños,  sin metas, más que responder al deseo inmediato, al hambre del momento, Miguel es un tipo muy impulsivo, lo es tanto, que en cuánto se enteró de que había un eclipse de sol, corrió de un extremo al otro de la casa, nunca había visto un eclipse de sol y nunca llegó a verlo, pero sí que sintióse eclipsado, se había llevado puesto encima una puerta de vidrio fatal como fue esa,  se la comió en vidrios desparramados en cristal y sangre.
Con la cara cortada, la sangre derramada, sin dinero, con un compromiso esa noche, le regaló una postal de un viaje a New York en un pasado pudiente a su prometida el mismo día, ella beso sus heridas, era su cumpleaños pero al ver a Miguel todo roto, le lavo la cara  y durmieron, en la mañana escucharon una canción brasilera, una bossa exacta para los hermosos ojos tristes de ella que lo miraban mientras tomaban el café amargo en la cama, ella le sostuvo la mano, lo miro y le devolvió la sortija que alguna vez  deseo poseer.
Miguel siempre estuvo lejos de todo, de todos, estuvo lejos de ella cuando ella estuvo cerca suyo, cuando abrazó con su pecho desnudo, su llanto en el cuarto iluminado por una lámpara de sal, ella escribió los números de la suerte de Miguel en un cuaderno para que él no se olvide, para que busque enfocar su energía y lograr algo, que se tomara enserio a si mismo, que no se someta a tanto caos y tristeza como a la que estuviera acostumbrado y como se le sucedían a los días en los que él había elegido a fin de reacción a acciones pasadas que lo habían llevado en ese carril, Miguel nunca quiso dejarse ayudar por ella, ni por nadie, que no fuera una estrella pasada, una vieja medalla que presumir en el hueco de su existencia desolada, asolada por un sol frío austero, distante, eclipsado, indiferente,  como todo lo que lo orbitaba  alrededor suyo, sentía, pero ella, insistió en volcar tibia ternura en atención, mimos, recalcos de formas de amar de una constelación de cangrejo volcada  una emotival hacía tan patético personaje, como lo era Miguel, que abrumado se sentía de que haya alguien que desde la luz haya tenido intenciones de tocar su más sombría forma de sentir, pero quien pone la cabeza en las copas vacías en vez de mirar las copas llenas de vida detrás suyo y todo el mar dulce que espera del que beberse en amor cualquier idiota,el fracaso y su llegar tarde siempre a todos lados fue lo que sostuvo, eso lo comprendió cuando ella le devolvió la sortija aquella mañana tomando el café, luego de haberse cortado con los cristales bajo un sol eclipsado un 2 de Julio de finde de década, de finde de cosas, de crisis de cambios, de reverse en el mismo lugar y peor, porque ahora se daba cuenta que su soledad se había extendido un poquito más, que ahora lo ponía más azul la ausencia de quién habría creído un impasible vínculo de relación con una mujer blanca que acunaba más que una ocasional sartra de palabras que se inventaba buscando tocar algo vivo en Miguel, como el creía,  que daba por muerto todo dentro suyo,  pero no, ahora estaba más muerto, descubrió así que tenía más vida que florecía y que se había cortado eso junto a su rostro, y todo bajó un escalón más en la bruma, después desapareció su gata, la suerte se burló  de él esa vez y otra vez, porque cuando volvió  a dar cobijo a otro gatito, también desapareció, Miguel no dejaba de volverse azul en aquél momento, quiso imaginarse que los vidrios le hubieran cortado la yugular y así el último recuerdo del mundo hubiera sido uno donde al menos revisandose con su propia alma  hubiera encontrado un sincero  soplo de cariño en sus últimos días y eso hubiera sido suficiente en la ascensión, pero ahora estaba cómo el bien se conocía azuloso, aislado, siempre fue ermitaño, pero esta vez destruyó impulsivamente los espejos y sus muebles en incontables ocaciones para que todo estuviera igual de roto que él, porqué sentía no hacía más que reflejar eso constantemente, su suerte de romper todo, como el estaba maldito y como el estaba roto quería ver todo roto, se escribió un sí en la frentre donde reposa la glándula pineal, ahora quería pintar una puerta roja de negro, y volverse azul, más azul profundo hasta escuchar un viejo jazz y beberse en la profunda melancolía de un frío vientre de metal y un vaso de vino barato que le costaba tragar, la misma vieja historia tocaba la misma melodía de fin de año.


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