Como coronando el cierre de una extensa temporada de hechos peculiares, tan determinantes como lo venía siendo los sucesos dados de este año, científicos comenzaron a alertar hace apenas cinco días acerca del fenómeno que ocurriría hoy, primero en los países del ecuador que estuviesen dormitando la noche plena, reconocieron un fulgor lejano, como el de un amanecer pero que chorreaba colores nunca antes visto en su cielo de domesticadas estrellas dispersas en el manto negro, manto que se aclaraba a cada minuto, por la luz de las propias estrellas que se presentaban con una resolución nunca antes percibida en el cielo, desde la calle en cualquier lugar, en cualquier país, el cielo se ilumino por una rafaga de luz tan extensa, que duraría unos 13 meses antes de atenuarse, meses en los que en el cielo se reconocerían durante cualquier hora del día/noche las infinitas estrellas de la vía láctea, hay quienes se fascinaron con el estudio del cielo más que nunca, una movida que reinvindicaba a las mentes brillantes de la astronomía estaría en boga como una sensación popular por un gran período de tiempo, pero cambios profundos se habían dado paulatinamente, sin ponerle nombre la gente comenzaba a trastornarse y aumentaban quienes sucumbían ataques de estrés al mirar al cielo infinito, profundo, decorado por esas temibles rocas titánicas que se extendían en la panorámica de cada instante afuera de un techo.