9 de febrero de 2025

 Levitaba la colmena de las cosas que sugieren la plena sensación esa de ir yendo con la entrega a todo eso que se da, que cuando se va dando la constelación palpita esa estrella loca que se figura como un altar de divinidades antiguas que hilan fino el desenlace de la trama que transitan los planetas y su formas de habitar la existencia.
De un momento a otro, ignoro de que manera tan dada de la nada abismal, algo meció las últimas hojas de la arboleda que minutos, días atrás, había estado germinando frutos nuevos, esa característica suerte del destino de borrar la sonrisa de quién atiende a la espera, expectante de que sea como la voluntad del deseo entregado a sabias de los cielos, anhelo especifico qeu fuera sellado por ángeles plenos de un templo primitivo del que ahora había escapado y en su lugar, el despojo de ruinas, otras ruinas, diferentes a las anteriores pero con la típica deformación de lo que pudo ser, quizás, un olimpo de nutrición almística.

El barro que llenan pies que corren como símbolo de la caída en la estructura de relojes de lluvia, que cuentagotean las horas más agua, mismas horas en las que se sumerge una mano desnuda en el fondo y que sale a flote con una perla negra robada, qué sombras han tenido que ver en el cielo violento para arrastrar a ese duende que mira estatuas  y se come sus propios párpado mientras se relame en pétalos secos de ansiedad, las aves carroñeras de las memorias de cosas que nunca pasaron se posan en su hombro y picotean su sien hasta desangrar, del otro lado en algún momento alguien toma un vuelo específico hacia donde las ventíscas cálidas clarifican el paisaje soleado, el paisaje de colores vivos a las nueve, y ella que desde el mar se mueve y recibe los laureles de un sueño blanco, un sueño que ya conoce, en el que se sube a un tren y hay un encuentro en alguna estación, pero un gato  rompe un jarrón y se despedaza y algo taja y existe una rajadura en la realidad que escribe la suerte del viento que sacude los dados del momento y pierde unos casilleros y vuelve para atrás y esta vez hay alguien que espera bajo la lluvia fría como un idiota tan genial, de hacerse cargo de su terquedad aún a sabiendas del pronóstico del mes.

Cuántas tantas otras veces me corté la cara y la curita fueron las compilaciones de músicas enraizadas en el cuore, alamos del alma que se deshojan aveces, que florecen para devolver una melodía en la templanza humeda de la espera. 

Un diablo malinterpretó las señales que le llegaban desde el punto exacto donde chorreaban las melodías de una orquesta  envuelta en misterios de fulgores