Masomenos para el fulgor último de esa mañana se vió en la de levantarse y salir de la carpa con el resabio amargo de haberse quemado con el hielo la noche anterior, la escarcha había forjado un espejo, depositado con ligereza hacia sus pies, el cual alzó y miró dentro, la mera absorción de sus mirar a ala imagen ilusoria que reflejaba aquél espejo bastó para despabilarle enseguida, un ancestro se figuraba dentro y parecía dar una especie de enigma de un mensaje importante, una corona de laureles en la cabeza y un lugar de pura resonancia, una tierra a la que viajar como deuda pendiente generacional de fuego impreso no olvidadable ni por los búhos confusos dispersos entre las nieblas del tiempo y la sangre